miércoles, 10 de julio de 2013

Tinta Negra: reseña a "La puerta entreabierta"

Hasta ahora nunca había reseñado en mi blog las novelas que voy leyendo. Por un lado, porque respeto mucho la labor de la gente que reseña: es un arte, y por el otro, porque sería quitarle más horas a mis sueños, de por sí bastantes escasas; sin embargo, ayer terminé de leer uno de los libros que más me han cautivado en los últimos meses, tal vez años, su nombre: “La puerta entreabierta”, del escritor mexicano Miguel Alberto Espinoza. Es una novela publicada hace unos siete años atrás. Sentí hasta rabia de que, en su tiempo, no hubiera tenido la difusión que se merecía por parte de la editorial. Creo que Miguel tuvo, con esta novela, todo lo necesario para lograr un justo reconocimiento internacional. Pero bueno, nunca es tarde; tengo entendido que entre sus proyectos está publicarla de nuevo.

Les puedo decir que esta historia me atrapó de principio a fin. Aunque está ambientada en un período que puede creerse culminado (la entrada del nuevo milenio), no deja de ser actual el desasosiego que causa en la gente la continua búsqueda del sentido de la vida o la existencia, así como tampoco dejan de serlo las supersticiones, tan arraigadas en nuestra naturaleza humana. Si bien en aquel entonces la novela surgió por la llegada del año 2000, siempre serán atraídas por otras creencias y temores.

El libro está lleno de sensibilidad e intensidad que mueve hasta la última fibra del alma. Pero sin escenas baratas, ni teatrales. Algo así como ver descrito perfectamente el dolor más agudo, sin llorar. Está lleno de pasajes y personajes con los que te sientes identificado: mirando, pensando, caminando, sufriendo al igual que ellos. Con los dramas del existencialismo en sus momentos más crudos: cuando además de nuestras razones luchamos también contra las de otros, y las de Dios.

Personajes palpitantes, profundos, llenos de magia. Será difícil olvidar a Diego y su rebeldía., a su joven novia, Elisa, a Antonio con su terquedad, que amaba tanto a su hijo que no podía aceptarlo distinto a como él lo soñaba, al siniestro Montesinos y sus atrocidades contra su esposa, la también inolvidable Raquel; la palomita maltratada y sufrida, con su triste destino. Y entre ellos un personaje que bastó una sola descripción para que lo conociéramos a fondo: Raúl… el solitario, el triste, el taciturno. Hasta llegar a su interesante final... en suspensivo… con Mariana, la maestra, atrapada en sus ensueños.

Pero no puedo dejar fuera lo más importante: esa magia la logró el escritor. Producto de ese juego de palabras, tan sublimemente utilizadas, para describir cada escena, cada vida. ¿Quiénes tienen esa cualidad de introducirnos en sus escritos de principio a fin?: solo los dueños de ellas. Miguel logró, con sus palabras sencillas, describir todo lo que es tan difícil de decir. Con sus frases que te paralizaban, sin necesidad de detenerte a repensar lo que ellas significan. De principio a fin el libro es un intenso juego de palabras, llenas de vida. ¿O acaso de vidas llenas de palabras, sin principio ni fin?

Me enamoré de la historia, de sus personajes, de su autor… Varios deben ya tener el libro de la edición anterior. Para los que no, le recomiendo estar atentos cuando la publiquen de nuevo. Les tendré al tanto apenas suceda. Mientras, dejaré la puerta entreabierta… 


Fuente: Tinta Negra


 

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